Estamos ante una obra
creada expresamente para el soporte electrónico, concebida ya como una tupida red de
autores, conceptos, imágenes y voces. Hay que recalcarlo, porque con excesiva frecuencia
las obras electrónicas son simples trasvases al disco de libros tradicionales, y eso se
nota en la infrautilización de recursos multimedia, o en la pobreza de estructura.
Este Diccionario de filosofía, que ahora ofrece su segunda
edición ampliada, ocuparía de imprimirse unas 8.500 páginas tamaño folio, lo que de
por sí indica una obra extensa. Consta de 3.675 entradas (filósofos, conceptos, escuelas
de pensamiento...), interrelacionadas mediante 40.000 enlaces hipertextuales. A un toque
de ratón se despliegan bibliografías y citas, se aclara un concepto o se relaciona un
autor con su escuela. Además contiene 1.100 textos filosóficos y una cronología. Varios
cientos de audios ayudan a conocer la pronunciación del nombre de autores
(alemanes, franceses... o árabes) o de conceptos (¡sepa por fin cómo se pronuncia Voksgeist!).
Las imágenes son fundamentalmente retratos de los filósofos, aunque hay reproducciones
de obras clave (como las ruedas de Llull el padre de la combinatoria) y esquemas (como
tablas de verdad). A propósito, la presentación contiene un divertido y un tanto
inquietante morphing que va enlazando rostros de filósofos, desde Platón a
Heidegger. ¿A quién puede servir una obra así? Yo diría que es un CD-ROM de referencia
imprescindible para cualquier persona culta.
El campo filosofía se ha tomado aquí con la amplitud que
merece, lo que significa que se encontrarán conceptos lógicos, biológicos,
psicológicos (la entrada de Piaget), de filosofía de la ciencia, cibernéticos... Por
ejemplo, hay una entrada de inteligencia artificial, con enlaces a un conjunto de autores
que va desde Llull y Descartes a Boole y Turing. Uno puede ir a la entrada de este último
y de ahí al texto en que plantea su famoso test para responder a la pregunta ¿pueden
pensar las máquinas?
Es inevitable pensar en las posibilidades didácticas de esta obra: al
fin y al cabo, como sugieren los mismos autores, el pensamiento se construye como una red
de relaciones, y los procedimientos hipertextuales sirven para reconstruirla. Añádase a
esto que los textos tienen calidad, que el lenguaje es generalmente muy claro, que la obra
dispone de buenos procedimientos de búsqueda en el interior de las entradas y que el
usuario puede hacer sus anotaciones. No sólo estamos ante uno de los mejores diccionarios
de filosofía existentes, sino ante una pulcra y sugestiva obra electrónica.